"Existe algo misterioso en el texto del Evangelio según San Juan, esencialmente en lo que acaece en Cristo Resucitado; misterio que debe ser referido a la Belleza. En el instante en que María Magdalena reconoce al Señor, éste le ordena "Iam noli me tenere" (Juan 20, 17) mientras que en la aparición del Señor a los Apóstoles, éste le ordena a Santo Tomás "Infer digitum tuum huc et vide manus meas et affer manum tuam et mitte in latus meum" (Juan, 20, 27). Ahora bien, ¿por qué tal antítesis, por qué tal aparente oposición?.
En el caso de María Magdalena se contempla el intento del alma de asir la belleza del Señor, es decir, de incardinar el éxtasis en el alma, mientras que el movimiento de la belleza verdadera es inverso al natural, pues lejos de tornarse asible, toda ella posee al alma que intenta poseerla..."El ciervo caza al cazador que lo contempla"...Pero en el Apóstol Santo Tomás la misma Belleza se torna, no sólo contemplable ad faciem, sino palpable. La expresión latina es contundente, pues el mismo versículo comienza con el imperativo presente "infer", es decir, "ingresa dentro"...¡Qué misterio insondable por el cual la misma Belleza exige, clama, ruega y ordena al alma que ingrese a la sacralidad de sus llagas luminosas!...En ambos versículos, a pesar de la aparente paradoja, se encuentra la misma realidad: "es necesario ingresar, extáticos, en el claustro de la Belleza"...y en su seno abandonar toda posesión, toda tensión trascendental, todo movimiento, toda palabra...y en su seno dejar que toda Ella sea en toda el alma, y toda el alam arrasada en la lumbre de Toda Ella".
"La incredulidad de Santo Tomás"
Óleo sobre lienzo - - circa 1601 - Palacio de Sanssouci, Potsdam, Alemania
Michelangelo Merisi da Caravaggio (1571 – 1610)
.
.