Terminada la publicación el texto, según comenté, haré la explicación filosófica de cada capítulo
DESCENSO Y ASCENSO DEL ALMA POR LA BELLEZA
Capítulo II LA BELLEZA CREADA
Al nombrar la hermosura de las cosas, la hemos calificado de relativa, creada y perecedera. Son adjetivaciones que naturalmente le asigna el entendimiento al compararla con una Belleza absoluta, creadora y eterna cuya noción parecería tener el alma en su intimidad (¡ yo te saludo Platón reminiscente!). ¿Cómo se relacionan y en qué se distinguen ambas hermosuras? Dice San Dionisio Areopagita, en el capítulo cuarto de Los Nombres Divinos : "Lo bello y la belleza se confunden (o se funden con) esa Causa cuya poderosa unidad lo resume todo; y se distinguen en las criaturas por "alguien" que recibe y por "algo" recibido. He ahí por qué razón, en lo finito, nombramos bello a lo que participa de la belleza (con minúscula), y belleza nombramos a ese vestigio impreso en la criatura por el Principio que hace todas las cosas bellas. Pero el Infinito (la Causa primordial) es nombrado Belleza (con mayúscula), porque todos los seres, cada uno a su modo, toman del Infinito su hermosura".
Pero estoy advirtiendo ahora que inicié una vía opuesta, en realidad, a la que me conviene, lo cual, Elbiamor, ya revela el carácter "laberíntico" de mi asunto: no debemos partir de lo alto hacia lo bajo, como lo hace Dionisio, sino de lo bajo hacia lo alto, como lo requiere mi texto. Consideraré, pues, la hermosura de las cosas tal cual se ofrece a mis ojos de hombre ; y me preguntaré lo que se pregunta Plotino al iniciar su tratado De lo Bello:
- "¿Qué cosa es la hermosura de los cuerpos? ¿Qué cosa es ella, que así atrae la mirada de los espectadores y les hace gustar el deleite de su contemplación? ".
Y en la misma pregunta descubro ya el comienzo de la respuesta: es "algo" cuya contemplación nos agrada. Santo Tomás ha de recoger en su hora ese comienzo aparentemente baladí, y dirá entonces que "es declarado hermoso aquello que place a la vista. Pero, ¡cuidado, Elbiamor ! En varias oportunidades te advertí el peligro de ciertas definiciones teológicas y metafísicas en cuya ingenuidad exterior es fácil meterse, como en una trampera, si no entendemos cada uno de sus vocablos en su acepción profunda. Porque, volviendo a la definición de Tomás, el término de vista o visión trae aparejada la idea de un conocimiento, y sugiere, por añadidura, una manera de conocer ; lo cual vale decir que, al contemplar lo bello, conozco algo, y que lo conozco mediante una vía especial de intelección. A su vez, el término place o gusta nos dice que se trata de un conocimiento deleitable, cuya sola idea nos induce ya en una razón de "beatitud" que se atribuye al ser hermoso, y que ha de concluir por hacernos ver el carácter "trascendental" de la dicha.

"Venus y Adonis" - Óleo sobre lienzo - circa 1553
Tiziano (1490 - 1576)
¿Qué conozco por la hermosura? ¿De qué manera lo conozco? Los maestros antiguos observaron que la hermosura se nos manifiesta como cierto esplendor. Mas, como todo esplendor supone un esplendente, cabe preguntar es seguida:
- ¿ Esplendor de qué cosa es la belleza?
Esplendor de "lo verdadero" (splendor veri), dicen los platónicos; esplendor de "la forma" (splendor formae) , enseñan los escolásticos; esplendor del "orden o de la armonía" (splendor ordinis) , define San Agustín. Tomaré las dos primeras definiciones, porque convienen a la iniciación de mi viaje cuyo punto de partida es la "multiplicidad" de las criaturas hermosas. La definición de San Agustín, en cambio, corresponde al final del viaje, ya que sólo desde la Unidad nos es dado comprender la armonía de lo diverso, y sólo desde la Unidad se goza el alma en la hermosura que del orden trasciende.
Lo bello es "el esplendor de lo verdadero", dicen los platónicos. Elbiamor, ¿es que la belleza resplandece delante de la verdad, como anunciándola? ¿Lo hermoso, acaso, por el amor de su hermosura, nos atrae a una verdad escondida en su seno "como una manzana de oro en una redecilla de plata" ? Y si lo hermoso anuncia lo verdadero, ¿qué verdad me sugiere cuando contemplo la hermosura de un árbol ? En una palabra, ¿cuál es la verdad del árbol sugerida por su belleza?
Los escolásticos responden que la verdad del árbol es la cifra ontológica o el número creador (a lo Pitágoras) por el cual el árbol es el árbol y no es otra cosa. Y ese número creador es la forma del árbol, es decir, su modo especialísimo y también inalienable de participar en la excelencia de ser, manifestando una de las infinitas posibilidades ontológicas que se dan en el Ser Absoluto y que conoce Él por su divino intelecto y manifiesta por su Verbo admirable. Luego, si la verdad del árbol proviene de la forma, podemos decir que la belleza del árbol es el esplendor de su verdad, como los platónicos, o el esplendor de su forma, como los escolásticos. De cualquier modo, al contemplar la belleza contemplo al Ser en toda la gracia deleitable de su "inteligibilidad".
"Apolo Licio"
Copia romana antigua de un original griego del siglo IV a.C.
Museo del Louvre
Pero, ¿en qué consiste al fin esa gracia o ese esplendor? Ni los antiguos ni los modernos lo han precisado, y no es fácil de hacerlo. Elbiamor, intentaré ahora formularte dos "aproximaciones" de mi cosecha, una de tenor ingenuo y otra inquietante de peligrosidad metafísica. He aquí la de tenor ingenuo: sucede a veces que, oyendo el testimonio de un hombre, y sin saber aún se dice la verdad o miente, hallamos en él un tono irresistible de veracidad que nos induce de antemano a considerar a ese hombre como verdadero. Pues bien, en el testimonio que de su verdad ofrece toda criatura, yo diría que su belleza es comparable a ese tono de veracidad.
Y he aquí mi segunda y temible aproximación: Elbiamente, la gracia o el esplendor que se manifiesta en la hermosura se nos aparece como un desbordamiento, como "algo" que se sale de madre y rebasa. ¿Qué desbordaría, pues, en la belleza? Intentaré conjeturarlo. Aunque la materia reciba una forma y trate de abarcarla totalmente, yo diría que siempre queda en la forma un remanente que "no liga" del todo con la materia, un exceso que la forma, como número creador, trae de su Principio intelectual, y que rebasa la materia y se desborda como la espuma de un vino precioso en el vaso que lo contiene. Pero, ¡ atención ! Esa hermosura o esplendor que rebasa tampoco sería imputable a la forma en sí, ya que, según mis experiencias, no hay ninguna distinción formal entre lo que me dice la belleza de un pájaro, de una flor, de una columna griega o de un movimiento sinfónico, pues todos esos homologados de lo bello no son para mí sino trampolines que me hacen saltar instantáneamente a la intelección y contemplación de una belleza más alta , sin forma ninguna, indecible, deleitable, que se me aparece de súbito en el secreto vértice del alma. La belleza no sería entonces el esplendor de la forma, sino del principio intelectual y universal en que se originan las formas individualizadas. ¿Me atreveré a sostenerlo? Si así lo hiciera yo, tendríamos que llegar a consecuencias muy graves y decir:
1º Que la hermosura es el esplendor de un principio informal que ilumina las formas, pero sin entrar en la individuación de las mismas. 2º Que, por ende, la belleza se ubica entre la individualidad de las formas creadas y la universalidad de su principio creador, a la manera de un puente inteligible que une a la criatura con su principio. 3º Que sólo así se explicaría el valor anagógico asignado a la belleza en el poder que tiene de "conducir a lo alto", es decir al Principio universal, partiendo, justamente, de la individuación de las formas. 4º Que sólo en ese valor anagógico podría fundarse la virtud iniciática reconocida en la belleza por los maestros antiguos desde Platón. 5º Que así entenderíamos por qué la belleza es un trascendental, ya que por ella nos es dado trascender al Principio Creador sobre la base de su criatura.
¡Prudencia, Elbiamor ! Alguien está mirándonos con ira desde el estante de los escolásticos.
"Venus y Cupido" - Óleo sobre lienzo
Pompeo Girolamo Batoni