Publico aquí el noveno capítulo
DESCENSO Y ASCENSO DEL ALMA POR LA BELLEZA
Capítulo IX EL ASCENSO
La razón se dirige a la verdad reduciendo sus contradicciones por el absurdo; y la intelección amorosa busca la verdad eliminando sus contradicciones por el desengaño. Elbiamente: según te dije ya, el Intelecto de Amor conoce, por ser un intelecto, y posee lo conocido, tal como lo exige la naturaleza del amor. Es un saber que implica recibir el sabor de la cosa en la lengua del alma, pues el vocablo "saber" tiene aquí su antigua y verdadera significación de "saborear" : y poseer el sabor de la cosa es poseer la cosa misma, y no su fantasma conceptual. Así es, ya lo sabes, el conocimiento por la hermosura. Es experimental, directo, sabroso y deleitable: conocer, amar, y poseer lo conocido se resuelven en un solo acto. Y tal vía de amor es la de nuestro héroe: no en vano le doy ese título, ya que la palabra "héroe" se deriva de Eros, nombre antiguo del amor.
Ahora bien, si no conoce aún la desproporción amorosa que las criaturas revelan al que sabe juzgarlas, nuestro héroe sale de cada experiencia con una insatisfacción de sí mismo y con un desengaño de la criatura: en cada insatisfacción de su anhelo vive un íntimo fracaso de amor; y cada fracaso amoroso no deja de traerle un despunte de meditación desconsolada, y es la meditación de su destino la que despunta y crece. Por otra parte, cada nuevo desengaño de las cosas no solo magnifica la distancia que media entre su anhelo del Bien absoluto y el Bien relativo que le propone la criatura, sino que disminuye, por eliminación, el número de bienes terrestres que solicitan su apetito. Con lo cual el alma ve agrandarse, por un lado, la magnitud de su vocación amorosa, y ve acortarse, por el otro, su posibilidad terrena en el orden práctico del amor. Y el alma quiere ya entender algo de proporciones, en un retoñar de la amorosa aritmética; y la vara del juez está reverdeciendo entre sus manos, en un retoñar de la amorosa justicia. Es así como el alma, en reducción de amores por el desengaño, va librándose de la esclavitud en que la tienen las cosas: así se libra ella de la Esfinge devorante; así recoge sus pedazos y reconstruye su maltratada unidad, retornando a sí misma, vale decir a la forma que había ella enajenado por el amor de la criatura, y reasumiendo esa forma que, según dijimos, es la imagen y la semejanza que tiene de su Creador.
Óleo sobre lienzo - "La Resurrección de Cristo"
Peter Paul Rubens (1577-1640)
Elbiamente, a la solicitud amorosa de cada bien ha respondido el alma con dos movimientos: uno de ida y otro de vuelta. Pero he ahí que se detiene ya, dubitativa y cavilosa; y esta primera inmovilidad del alma nos exige una gran atención. Su paso la condujo por ilusorios caminos, y no anda ya: tiene su pie clavado, como los jueces. Alargó su mano a bienes ilusorios, y la recoge ahora: tiene la mano clavada de los jueces. Está inmóvil y de pie: juzga y se juzga. Elbiamor, ¿a quién juzga? Su juicio recae sobre las cosas que la poseyeron; y como el juez está inmóvil y no desciende a ellas, las cosas ascienden al juez para ser juzgadas. ¿Qué juzga de sí mismo el juez? Juzga su vocación de amor, la frustrada y la nunca silenciosa. Y este íntimo llamamiento, que se ahogaba recién en el tumulto de los llamados exteriores, resuena como nunca, se magnifica y esclarece ahora en el oído del alma. Y el alma gira sobre sí misma para escucharlo mejor; y al girar sobre sí misma recobra su movimiento propio, el "circular", que había desertado ella para darse a los movimientos "rectilíneos" que la conducían hasta las criaturas. El alma circunscribe así su meditación amorosa, y la continúa, no ya en latitud, sino en profundidad. Y el tenor de su juicio podría ser el siguiente:
"Oigo que se me llama, y pienso que todo llamado viene de un llamador. Me digo entonces que por la naturaleza del llamado es dable conocer la naturaleza del que llama.
"Si la que yo escucho es una vocación o llamado de amor, Amado es el nombre del que me llama; si es de amor infinito, Infinito es el nombre del Amado.
"Si mi vocación amorosa tiende a la posesión del bien único, infinito y eterno, Bondad es el nombre del que me llama.
"Si el bien es alabado como hermoso, Hermosura es el nombre del que me llama.
"Si la Hermosura es el esplendor de lo verdadero, Verdad es el nombre del que me llama.
"Si esa Verdad es el principio de todo lo creado, Principio es el nombre del que me llama.
"Si reconozco ahora mi destino <final> en la posesión perpetua del Bien así alabado y así conocido, Fin es el nombre del que me llama.
"Y como todos esos nombres asignados a mi llamador sólo convienen a la divinidad, Dios es el nombre del que me llama."
He ahí como nuestro héroe se ha encontrado a sí mismo por la vía de la hermosura creada: se ha encontrado a sí mismo como amante. Y he ahí como ha encontrado en sí mismo, con la noción de la Hermosura Divina, el norte verdadero de su vocación amorosa y la verdadera figura del Amado. Elbiamor, nuestro personaje, desconectado de su Principio, fue hasta recién un mero fantasma; las criaturas, estimadas por él en sí mismas y no en el Principio que las creó, también se le presentaron como fantasmagorías; nuestro personaje ha sido, en verdad, un fantasma debatiéndose con fantasmas. Y en rigor de verdad, el que se sustrae a su Principio es un ente fantasmagórico. ¿Qué me dirías de tu imagen reflejada en un espejo, si esa imagen se creyera independiente de ti, Elbiamor, y negara o desconociera que tú eres su original o principio necesario? Estúdialo y respóndeme luego.
Óleo sobre lienzo - "El Juicio Final" - circa 1570 - Museo de Bellas Artes de Sevilla
Martín de Vos (1532 - 1603) - Pintor y dibujante flamenco del último manierismo
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