martes, 22 de mayo de 2012

Comenzaré, a partir de este día, a publicar los doce capítulos del ensayo metafísico "DESCENSO Y ASCENSO DEL ALMA POR LA BELLEZA" de Leopoldo Marechal. Al finalizar publicaré los comentarios filosóficos sobre el mismo...Valete
Capítulo I ­ ARGUMENTO


Te hablaré de la Belleza, del Amor y de la Felicidad. Podría suceder, Elbiamente, que ganada ya por el anuncio de tan ambicioso intento, aguardases ahora de mí la invocación a las Musas con que los antiguos profesores de amor iniciaban sus discursos, en los tiempos dichosos en que se pedía el favor de lo Invisible para tratar e cosas inteligibles. Y aguardarás en vano; porque mi labor no sabría merecer el auxilio de las nueve señoras, ya que se reduce a la paráfrasis de un texto antiguo hecha con arte propio y ajena sabiduría. Es el descenso y el ascenso del alma por la hermosura lo que me propongo realizar ahora: ¿ te atreverías a emprender el viaje conmigo? A los artistas hablo sobre todo, a los artistas que trabajan con la hermosura como con un fuego: tal vez logre yo hacerles conocer la pena de jugar con el fuego sin quemarse. Pero vayamos al asunto.

San Isidoro de Sevilla, en el libro primero de las Sentencias, después de considerar la belleza finita de las criaturas y la belleza infinita del Creador en la cual todo lo hermoso tiene la razón y el principio de su hermosura, dice lo siguiente: " Por la belleza de las cosas creadas nos da Dios a entender su belleza increada que no puede circunscribirse, para que vuelva el hombre a Dios por los mismos vestigios que lo apartaron de Él; en modo tal que, al que por amar la belleza de la criatura se hubiese privado de la forma del Creador, le sirva la misma belleza terrenal para elevarse otra vez a la hermosura divina".


Óleo sobre lienzo - "Orfeo y Eurídice" - circa 1864
Frederich Leighton

Antes de iniciar la glosa del texto que acabo de transcribir, te diré que no es la novedad de su doctrina lo que me incitó a elegirlo. San Isidoro, al tratar esta materia, sigue la vívida lección de San Agustín, en cuyas Confesiones resuena tan a menudo la voz del hombre perdido y recobrado en el laberinto de las cosas que lo rodean, lo van enamorando y le hablan como en enigma. Te recordaré, además, que la misma lección está implicada en el ditirambo sublime que San Dionisio hace de la hermosura como "nombre divino". Por otra parte, si nos remontáramos al origen de tal enseñanza, daríamos con el Banquete platónico y en el momento en que Sócrates dice cómo aprendió gracias a Diotima el modo de ascender a la Belleza Primera por los diversos peldaños de la hermosura participada y mortal. El texto de San Isidoro tiene para mí la virtud de una síntesis: en sus dos movimientos, comparables a los del corazón, nos enseña un descenso y un ascenso del alma por la hermosura. Es un "perderse" y un "encontrarse" luego, por obra de una misma esencia y de un amor igual. Y el Amor es aquí nombrado, porque lo bello nos convoca y a la belleza el alma se dirige según el movimiento amoroso; por lo cual toda ciencia de la hermosura quiere ser una ciencia de amor. Y como el alma, por vocación, tiende a la dicha, y la dicha se alcanza en la paz, y la paz en la posesión amorosa de la Hermosura, la ciencia de lo bello quiere llamarse ahora ciencia de la Felicidad.

"Al que por amar la belleza de la criatura se hubiere privado de la forma del Creador", así comienza el texto de San Isidoro. El orden nos exige considerar: 1º qué cosa sea la hermosura creada; 2º cuál es la vocación del alma que la contempla; 3º cómo la belleza de las criaturas hace que se distraiga el alma de la forma del Creador; y 4º qué debemos entender aquí por la "forma del Creador".


 
 Óleo sobre lienzo - "El Beso de la Esfinge"
Franz von Stuck

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